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Los 8 del José Pache

Del estadio quedan restos de las gradas, una pared rota pintada de grafitis y los vestuarios. Unos vestuarios que ahora sirven de vivienda y de los que antes nos quejábamos porque eran pequeños, no tenían ventilación y la mayoría de las veces no salía agua caliente de las duchas

Cuando era joven fui futbolista. Jugué en el Flecha Negra desde alevines hasta regional preferente. Entrenaba en el campo de la Federación que después se llamó José Pache, Actualmente el José Pache está en ruina, siendo más conocido por sus okupas que por haber sido el campo que dio la cantera más importante del fútbol pacense. De él salieron Manolo Agujetas, Job, Morgado, Adolfo, Paco Alegre, Macarro, Rodrí, Sancho, Edu, futbolistas con los que compartí entrenamientos, equipo y vestuario. Un vestuario donde ahora viven ocho personas conocidas como «los okupas del José Pache». Lo último que pasó entre las ruinas del estadio fue un incendio con dos ingresados en la unidad de grandes quemados de Getafe y un tercero en la cárcel. 

En los años que jugué era un estadio de tierra que estaba en mitad del campo, no había construcciones a su alrededor, solo el cementerio viejo. Iba a entrenar después de las clases del instituto, cuando aún había clases de tarde. Pasaba por casa, cogía la bolsa de deportes y me dirigía al campo donde nos esperaban Manolo ‘el gordo’ y Jesús Ferrer, ‘Garica’, míticos entrenadores del fútbol base. Se nos hacía de noche entrenando, así que cuando regresábamos continuábamos corriendo por un camino solitario y oscuro para asustar el miedo, no parábamos hasta llegar a las primeras luces de la ciudad. Entonces los padres no iban a por los hijos en coche, la mayoría de padres ni tenían coche. Hoy la ciudad ha crecido, hay viviendas próximas al estadio. Yo trabajo enfrente de lo que queda del campo de fútbol, en el Centro de Salud que siempre se ha llamado Valdepasillas y ahora, por una decisión de no sé quién, se llama Cerro del Viento. No sé por qué hacen estos cambios que solo sirven para confundir a la gente. Perdón por el calentón, sigo por donde iba. El campo de la Federación, después de nosotros, lo llevó Cachola, le puso césped y cambió el nombre. Desde entonces es el José Pache, estadio del equipo Cerro de Reyes, que si la memoria no me falla, jugó en tercera división. Desde que me retiré del Fútbol no lo sigo y me pierdo en las categorías actuales. 

Del José Pache quedan restos de las gradas, una pared rota pintada de grafitis y los vestuarios. Unos vestuarios que ahora sirven de vivienda y de los que antes nos quejábamos porque eran pequeños, no tenían ventilación y la mayoría de las veces no salía agua caliente de las duchas. Un vestuario que el Ayuntamiento quiere derribar pero no puede porque 8 personas malviven en su interior. 

La Federación fue un campo de fútbol, un escenario de ilusiones donde unos soñamos con ser futbolistas y ahora, otros, con instalar placas solares en sus ruinas

De los okupas habituales conocí a Paco. Paco tenía 60 años, siempre andaba por el barrio, se distinguía porque llevaba un pañuelo en la cabeza, era bajijto y andaba despacio con las piernas arqueadas como un pistolero. Tenía los dedos amarillos del tabaco y frecuentaba los bares de la zona cuando cobraba la pensión. Cuando la gastaba compraba una litrona y se la tomaba sentado en uno de los bancos de Condes de Barcelona. Un día lo encontraron muerto en el interior del estadio, dicen que por el frío. 

Susana es otra de las que vive allí. Me cuenta que no puede comer y que toma unos botes como complemento alimenticio. Un día me dijo que si se los podía guardar para que no se los quitaran. Susana es alta o parece alta por su extrema delgadez. Creo que me ha dicho que nació en Alemania aunque siempre vivió en Cádiz, tendrá unos 40 años, vive en los vestuarios con su novio. Dice que se quiere ir pero su novio quiere quedarse, incluso me cuenta que su novio quiere instalar placas solares en el techo. 

La Federación fue un campo de fútbol, un escenario de ilusiones donde unos soñamos con ser futbolistas y ahora, otros, con instalar placas solares en sus ruinas. Cuando escribo este artículo el temporal Irene y Juan han pasado por la ciudad inundando Badajoz, hemos pasado unos días fríos y duros de invierno, me pregunto cómo lo habrá pasado Susana. Hoy desde el calor de mi casa, en una noche gélida de últimos de enero, mientras veo como llueve en el exterior, me acuerdo de Susana de su fragilidad física y su debilidad mental. Siempre me dice que su hijo va a venir a por ella, pero nunca llega.