Cotidianidades

La librería de Lourdes en la calle La Maya

Hubo un tiempo que esta calle de Pardaleras olía a ladrillo nuevo, a papel pintado de pared recién pegado con cola, a camiones de mudanza

Lourdes en la librería-papelería Abecedario en la calle La Maya, en Pardaleras.

Lourdes en la librería-papelería Abecedario en la calle La Maya, en Pardaleras. / LCB

Diego Algaba Mansilla

Diego Algaba Mansilla

Hubo un tiempo que la calle de La Maya olía a ladrillo nuevo, a papel pintado de pared recién pegado con cola, a camiones de mudanza. Estaban abiertos todos los locales comerciales con distintos negocios, la actividad que más se repetía era la de tiendas de comestibles. Todo iba bien, no se conocía el cartel de «Se traspasa». Los establecimientos daban vida y color a un barrio joven de clase media, matrimonios de mediana edad y varios hijos. Un barrio que aumentó la población de Pardaleras siendo su calle principal La Maya. 

La calle hacía una esquina irregular, una especie de chaflán donde estaba el bar Salvatierra que era el corazón de una zona que respiraba vida. Entre los clientes que lo frecuentaban creo recordar a Martínez Mediero, al que por aquellos entonces conocía más por columnista que por dramaturgo. También se dejaba caer por allí Manolo Rojas. El alcalde iba con un pariente, creo que hermano de su mujer, Marisol, a la que conocí años más tarde cuando ella trabajaba de enfermera. Excelente profesional y mejor persona. También pasaron por el Salvatierra algunos futbolistas, sobre todo una temporada que el Badajoz fichó a jugadores argentinos, cuando el Badajoz era el Badajoz. 

Cerca del Salvatierra estaba la pescadería de Pepe, que ha estado abierta hasta su jubilación. Yo nunca fui a la pescadería porque Pepe fue mi primer entrenador y no quería verle fuera del ambiente futbolístico y que perdiera la magia que rodeaba al fútbol. Me gustaba verlo con un peto encima de la camiseta, entre balones y un silbato en el cuello dando instrucciones y no con un mandil troceando merluzas. Todo el barrio lo conocía como Pepe ‘el pescaero’ pero para nosotros era el míster que nos enseñaba los secretos del fútbol mientras soñábamos con jugar algún día en un equipo grande de primera división. Pepe confeccionó un equipo con los jóvenes, casi niños, del barrio. El equipo se llamó Racing, nuestro presidente fue Guevara Palacín. Solo estuve una temporada, la siguiente fiché por el Flecha Negra de Manolo el Gordo. 

Calle La Maya, en Pardaleras, con la librería de Lourdes enfrente de la pescadería de Pepe.

Calle La Maya, en Pardaleras, con la librería de Lourdes enfrente de la pescadería de Pepe. / DAM

Ha envejecido la calle

Actualmente la calle de La Maya ha envejecido, sus vecinos también, muchos de los pisos están alquilados a estudiantes. En la calle queda el ultramarino Inmaculada y el Bar de Romi, una simpática y dicharachera argentina que a base de trabajo se ha hecho un hueco en la hostelería. A su casa va gente de todas partes de la ciudad a pesar de ser un bar de barrio. 

Enfrente de donde estaba la pescadería hay una librería-papelería que es donde quería llegar hoy. Lourdes trabaja y disfruta la librería desde hace ocho años. Lourdes es una mujer agradable de trato y de presencia, que se le nota el poso y la paciencia de haber sido madre de tres hijos cuando trata a los clientes más jóvenes. Tiene un grato timbre de voz, rítmico y seguro que demuestra que maneja su trabajo con desparpajo, ofreciendo siempre la mejor solución al cliente con dudas. Según me ha contado, cuando los anteriores inquilinos se trasladaron al centro comercial la Plaza de Pardaleras, ella se quedó con el local que era de su padre. 

Lourdes dejó su trabajo y montó la librería para cumplir el sueño de ser autónoma, no tener jefe y trabajar entre libros. Una librería le da a la calle glamour, y a la gente una herramienta para descifrar el mundo, para entendernos a nosotros mismos y a los demás. Un espacio donde hay libros, contiene conocimiento, moda, pensamiento, entretenimiento, ciencia, literatura. Una librería en mitad de una calle embellece un entorno que gana en presencia y solemnidad y da seguridad, color, vida… Un entorno que se rejuvenece con la presencia de estudiantes con mochilas llenas de apuntes para fotocopiar, para imprimir trabajos, fotos. La librería de Lourdes, además de una enorme máquina fotocopiadora tiene estanterías con libros, actuales y clásicos, libros de cocina, de viajes, de entretenimiento, libros infantiles, también tiene un rincón que llama la atención por la fuerza plástica de los colores y formas. Bolígrafos colocados por marcas, lápices clasificados por números, libretas tamaño folio y cuartilla con grapas, anillas o alambre. Folios, carpetas de distintos colores y tamaños colocados sin las reglas del diseño pero que le dan a la tienda un orden estético hinoptizante. 

Entran ganas de comprarlo todo, un colorido como el que hay en las tiendas de chuches. Aquí compré el libro de Sara Mesa ‘Un amor’ que Isabel Coixet llevó al cine. Soy lector de relecturas, pero de vez en cuando me atrevo con alguna de las novedades del mercado que luego me valen para hacer regalos, sobre todo en navidad. ‘Los Asquerosos’ de Santiago Lorenzo también lo compré en la librería de Lourdes. Son dos de los libros que más he regalado este año. 

La Maya es una calle que ya no tiene el esplendor y la vida que tenía en sus inicios, pero la sigue manteniendo viva Romi con su bar, los hermanos de ultramarinos Inmaculada y la librería de Lourdes. 

‘La Casa del Libro’ era ‘Universitas’

Hablando de librerías, había tardes de sábado que estaba solo en casa, cuando ‘La Casa del Libro’ era ‘Universitas’ y todavía vivía y trabajaba Ángel Gata, que me acercaba por el placer de disfrutar de aquel ambiente y olor, de tener entre las manos un libro nuevo, que compraba para pasar la tarde y la noche del sábado. En algunas ocasiones antes de adquirir un libro le damos vuelta y nos mostramos reacios a su compra, parece que 20 euros es mucho. Entonces pensaba en sábados atrás, no hace muchos años, cuando salía por la noche en que no tenía reparo en gastar en bebida y comida y más bebida y más comida sin miramiento, con generosidad. La noche solo daba resaca, un libro conocimiento. Algunas veces coinciden noche y libro dando dolor de cabeza aunque por motivos muy distintos.