Opinión | La Atalaya

El Duque (y XI)

Si van ustedes a Florencia, lo que casi debiera ser una obligación para cualquier interesado en ese fenómeno histórico al que llamamos Renacimiento, no dejen de visitar la basílica de San Lorenzo, que fue la parroquia de cabecera de los poderosísimos Medici. Curiosamente, quedó incompleta al exterior y su aspecto desmerece, a primera vista, del que presentan otros templos de esa ciudad. No se dejen influir por la primera impresión y entren -pagando entrada- en la iglesia. El interior es otra cosa. Podrán admirar allí magníficas obras de Miguel Ángel, los inmensos -y controvertidos- púlpitos de Donatello y las dos sacristías. Pero no se detengan. Salgan y den la vuelta al edificio. Desde allí  podrán   acceder -pagando de nuevo; y mucho- a la capilla funeraria de la egregia familia, concebida como dos estructuras superpuestas y añadidas al edificio original del gran Brunelleschi. El piso alto merece visitarse, porque allí se sitúa la Capilla de los Príncipes, extraordinario conjunto -casi nunca el arte de los mosaicos de piedra alcanzó semejante maestría- y el espacio donde se alberga la tumba de Lorenzo el Magnífico. Todo ello lo verán con la calma que la obra miguelangeliana requiere si acuden ustedes nada más abrir. Si esperan a que aquello se llene de excursiones de escolares, maldecirán el resto de sus días la maldita idea de haber acudido a otra hora, para ser atropellados sin misericordia y aturdidos por el griterío.

Pero no cuento esto para concluir esta serie, que solo ha pretendido explicar, deprisa y corriendo, la relación de Cosme III con Badajoz. En un piso inferior se ubica la cripta donde reposan,entre vitrinas de objetos,la mayor parte de los miembros de la familia -los menos conocidos-. Allí, en un rincón, aguarda el fin de los tiempos nuestro duque, quien, huyendo del aburrimiento y, sobre todo, del rechazo que le inspiraba su mujer, inició varios viajes de estudios. Uno le hizo pasar por esta ciudad. Desde la óptica de la historia y de la erudición locales debemos agradecer, a él y a sus colaboradores, sus testimonios. ¿Tiene ya alguna calle dedicada, o eso queda solo para los nativos? Incluso para los que lucen un currículo mucho menos relevante.