Opinión | Con permiso de mi padre
Mirando de reojo
Esta España nuestra sigue empeñada en tratar a los hijos como un capricho que cada vez menos pueden permitirse
Nadie te lo cuenta, y si te lo dicen no te lo crees. Y menos en esta sociedad hedonista, atacada por la agenda woke que está en contra de todo lo tradicional o que suene a conservador. Los medios: “La felicidad de las parejas sin hijos”. “No te ates a alguien de por vida”. “Por qué las mujeres solteras viven más”…
Frente a todo eso no te parece posible querer tanto a alguien como para saber cierto que darías tu vida por la suya. Que desde el principio te desdoblas hasta ser muchas en una, casi habitando en otras pieles. Y no digo que en todas las mujeres subyace el instinto maternal ni el deseo de traer hijos al mundo, que eso es una opción respetable si es elegida. Ni tampoco puedo poner en valor (como dicen ahora los guais) el instinto paternal, del que no dudo y aprecio a diario, pero que no vivo en mí por evidentes razones.
Pero, hablándoles de lo que es querer a tus hijos, sí puedo asegurar que quien bien les ama daría todo lo que tiene por protegerlos, por evitarles daños, por que no sufran. Y claro, como es inevitable, al menos tratamos de acompañar y aconsejar (que la experiencia es un grado) y mirar de reojillo para que no se salgan del camino.
Estoy segura de que quienes desean el fin de los lazos familiares lo hacen escondidos tras un propósito: el ser humano, desapegado de afectos y lealtades personales, es más adecuado para someterse a otras voluntades, y si son la ciega fidelidad a Estado o partido, perfecto, mejor aún. Piensen en el soldado al que no espera nadie al regreso, en el trabajador que sólo mira por él, en el subvencionado únicamente agradecido a la mano que lo alimenta.
También es cierto que en nuestro entorno hay otros países más interesados y esforzados en facilitar la tan manida conciliación a través de ayudas, bajas incentivadas y descuentos en servicios, pero esta España nuestra sigue empeñada en tratar a los hijos como un capricho que cada vez menos pueden permitirse.
No pretendo juzgar y menos condenar estilos de vida en los que la descendencia no es una opción, ni tampoco rebatir a quien lo experimentó y salió escaldado; simplemente quería hacer un canto a la vida, a la familia y a la generosidad de entregarse por entero y para siempre a quienes, hasta que no lo experimentan en carne propia, no lo valoran en todo lo que vale.
Feliz lunes.
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