Cotidianidades

La línea 12 del bus en Badajoz

No importa que no me tengan el coche pronto, los viajes en autobús son más entretenidos y económicos. Ahora que los que tienen que comprar un coche no saben sí comprarlo de gasolina, gasoil, eléctricos o híbridos, ante la duda que viajen en transporte público

Línea 12 del autobús urbano de Badajoz a su paso por la Ronda del Pilar en Badajoz.

Línea 12 del autobús urbano de Badajoz a su paso por la Ronda del Pilar en Badajoz. / DAM

Diego Algaba Mansilla

Diego Algaba Mansilla

El día que el coche se me estropeó llamé por teléfono a mi mecánico, el de siempre. Me recomendó que lo llevase a la casa, otro día hablaré del mecánico, Nico, un tipo honrado. El taller de la casa está en las afueras de Badajoz, en la carretera de Madrid. Fui en grúa y me vine en autobús. Esperé en la parada que está al lado del centro comercial de la Ronda Norte, en San Roque, junto al nuevo edificio de los juzgados. Mi autobús era el 12, llegó en diez minutos, pagué 1,20. 

Conmigo subió una señora mayor con un carro de la compra de color rojo, andaba con dificultad como si tuviera una leve cojera, su cara reflejaba cansancio. La señora y yo nos sentamos por el medio. En los últimos asientos había una chica joven, llevaba puesto unos cascos y miraba el móvil, no levantó la vista de la pantalla cuando entramos, ni tampoco contestó a los buenos días. Detrás del conductor había otra persona a la que un joven hubiera llamado random. Empezamos el recorrido. Hicimos la rotonda. El conductor giró a la derecha para entrar en la Avenida Ricardo Carapeto, enfrente estaba la sala OFF, en la fachada pone «cultura, artes escénicas», antes había sido una gimnasio de crossfit, ahora hacen conciertos. Hace poco estuvo el grupo Senda, los que ganaron el primer premio nacional tributo a los Héroes del Silencio. A la izquierda, el tramo que llega hasta la rotonda de la carretera de Madrid está en obras. Si usted quiere información sobre esto puede leer el artículo de Ascensión Martínez Romasanta ‘Carriles a ninguna parte’ en la sección de opinión. 

El conductor del autobús continuó recto. Pasamos por un bar, había gente sentada en los veladores. En la acera de enfrente vi una tienda de muebles y un supermercado. Llegamos enseguida a la siguiente parada. Bajó la señora que llevaba el carrito de la compra. Subieron dos personas, un hombre y una mujer, el hombre preguntó al conductor si iba al centro, el conductor respondió que pasaba cerca de San Francisco. El hombre llevaba puesto un chaleco negro, un sombrero y pantalones muy usados de senderista, esos que tienen muchos bolsillos, también llevaba una riñonera en la cintura, las uñas las tenía pintadas de negro. En la misma parada subió una chica alta, delgada, lánguida, con un vestido largo que parecía haber salido de un cuadro de Modigliani, se quedó en los asientos delanteros. 

Con estos pasajeros arrancó el autobús y nos fuimos sorteando coches en doble fila, un patinete nos adelantó por la derecha, su propietario, un joven de unos 15 años, miró desafiante al conductor, como invitándole a una carrera. Pasamos por una ferretería, una casa de apuestas, una floristería, una inmobiliaria, un bazar chino, una farmacia, bancos, tiendas de bici, estancos, joyerías, otro bar, un taller mecánico, una mercería y hasta una oficina de Correos. Por la acera iban padres con hijos, mujeres andando deprisa, hombres fumando, gente haciendo cola en el kiosco de la Once, gente haciendo cola en la administración de loterías, niños pequeños aprendiendo a andar de la mano de sus padres, ancianos que habían olvidado andar del brazo de mujeres latinas: los ancianos pensaban en sus hijos, las mujeres en los padres que habían dejado en su país. 

El autobús paró enfrente del bar La Esquina, cuánto tiempo llevo sin entrar, ¿seguirán poniendo pavías de bacalao? En el cajero una señora rubia sacaba dinero, otra esperaba su turno, detrás un chico joven con un perro miraba el móvil. En esta parada entraron en el autobús una mujer morena, alta, guapa, de generoso escote, la miré y aparté la vista, porque la misma mirada que ayer era de un joven seductor hoy puede parecer la de un viejo verde. Cuerpo y deseo avanzan a velocidades diferentes, el cuerpo se deteriora, el deseo no envejece. Aunque yo nunca he sido joven, y mucho menos seductor...

Avenida de Ricardo Carapeto, en San Roque, en Badajoz.

Avenida de Ricardo Carapeto, en San Roque, en Badajoz. / DAM

Nadie bajó

El autobús avanza. Pasamos por un estanco, por Cash al Corte, los ien Montaditos, Carrefour Express, Floristería Inma,Tienda Tedi, Forn de Campos, Electrodomésticos Electrocash… llegamos a la siguiente parada. Nadie bajó. Subieron: un matrimonio con dificultad de movimientos, una chica joven con ropa deportiva y el pelo recogido en una coleta, un joven con peinado y tatuajes de futbolista, ninguno llevaba un libro en la mano pero todos estaban extasiados en la pantalla del móvil. El autobús seguía avanzando. ¡Mira! ¡Dulcería la Pacense!, no sabía que estaba en San Roque. En la última parada, próxima a la calle Alfonso Xlll, vi el local del COO con la fachada pintada de colorines desteñidos, antes de COO fue el cine Avenida, ahora permanece cerrado. Siempre me gustaron las salas pequeñas de este cine donde he visto películas en versión original, subtituladas. También he visto teatro, algún cantautor, creo que Luis Pastor y hasta un mitin de Vara, acompañado con el que fue Consejero de Cultura, Francisco Muñoz. 

En el cine coincidí alguna vez con Alejandro Pachón, llevaba una pequeña linterna con la que se alumbraba para tomar notas. En algunas ocasiones estábamos en el cine los dos solos, no nos conocíamos, nunca hablé con él, aunque luego en casa leía sus crónicas, alguna vez me pareció que habíamos visto películas diferentes, tenía ojos para ver lo que no se ve en la pantalla. 

Dejamos la Avenida Ricardo Carapeto. San Roque está llena de vida, de color, de gente, de negocios, no me extraña que los macha digan que Badajoz es un barrio de San Roque. El autobús sigue su recorrido, pasamos por el Palacio de Congreso, por Puerta Pilar. Bajó el hombre del chaleco negro, lo vi alejarse con los mismo andares de John Wayne al final de «Centauros del desierto». Un poco más adelante, en la Avenida de Europa, bajamos la chica que no dejó de mirar el móvil, también la que no quise mirar de frente y solo vi de reojo, y yo. Fin del viaje. 

No importa que no me tengan el coche pronto, los viajes en autobús son más entretenidos y económicos. Ahora que los que tienen que comprar un coche no saben sí comprarlo de gasolina, gasoil, eléctricos o híbridos, ante la duda que viajen en transporte público.