Opinión | El desliz

Pilates, yoga y meditación

Me quedo de piedra cuando vengo de hacer mis tandas de sentadillas y leo que el ministerio de Sanidad considera el pilates una pseudoterapia

Me quedo de piedra cuando vengo de hacer mis tandas de sentadillas y leo que el ministerio de Sanidad considera el pilates una pseudoterapia. Como la numerología o la orinoterapia. Con la sudada que me he procurado tratando de conseguir una plancha en condiciones, me hubiera valido la pena darme una descansada sesión de tañidos de cuencos tibetanos. Miro la información aportada por el departamento de Mónica García en su loable empeño de lograr que la ciudadanía no se deje estafar por curanderos esotéricos y propuestas magufas que ponen en riesgo la salud y apartan a los pacientes de los tratamientos convencionales. Y me extraña un poco encontrarme en el mismo saco la aromaterapia y el yoga, la aplicación de ventosas y la meditación. Leído a fondo el dictamen de los médicos que han examinado cada una de las prácticas para desaconsejarlas o no, las hay claramente reprobables e incluso peligrosas. Otras aportan los beneficios asociados a cualquier actividad física, aunque sin embargo no han sido avalados de forma fehaciente por investigaciones científicas. No sé. Tal vez el Gobierno podría haber usado la brocha fina a la hora de trasladar todos estos datos a la opinión pública, que se puede haber quedado con que el yoga es una pseudoterapia al nivel de la hidroterapia del colon o los cristales de cuarzo, y la meditación otra filfa similar al masaje en la energía de los chakras, y no la práctica beneficiosa que nos vende la neurociencia, que está tan en boga. Si el pilates ofrece un provecho constatable a quien lo frecuenta, no veo la necesidad de arriesgar su reputación observándolo como una pseudoterapia, cosa que no se hace con el aquagym o el entrenamiento de alta intensidad de cualquier gimnasio. El ministerio nos ha generado una nueva ansiedad, vaya. 

De viaje por Vietnam, nos admirábamos al ver que despuntando el amanecer cientos de personas se dirigían a parques públicos y jardines para hacer su taichí tradicional. Algunos eran grupos de octogenarios esbeltos con una flexibilidad y un equilibrio envidiables. Esta milenaria disciplina china también ha sido considerada una pseudoterapia en el informe de Sanidad. Aunque su evaluación recoge los beneficios que aporta en reducción de estrés y dolor muscular, se le coloca una etiqueta que comparte con prácticas como las flores del alba o la numerología. Dudo que así se esté favoreciendo la actividad física de la población, que busca alternativas a las consecuencias indeseadas del sedentarismo y la vida estresante con técnicas que no entrañen riesgo de lesión. Yo necesité una solución para el dolor lumbar producido por horas de asiento delante del ordenador, y la encontré en una serie de ejercicios que procuran el fortalecimiento de la espalda y el abdomen, mejoran la movilidad y el estado general. Llevo años practicando pilates bajo supervisión experta y nadie me ha prometido milagros, ni garantías ni curación, pero me encuentro infinitamente mejor que estaba, y sin pastillas. También hice yoga, que está metido en el mismo saco que la oxigenación biocatalítica por falta de aval científico, con una incidencia positiva inmediata en mi salud física y mental; la meditación es una asignatura pendiente. Estoy dispuesta a escuchar alternativas solventes y contrastadas a estas escrutadas ‘pseudoterapias’. Mientras tanto, ya me dirán si me pongo el chándal o me lo quito.