Tras su constitución

¿Qué espera del Consorcio del Casco Antiguo de Badajoz? Hablan vecinos y empresarios

Cinco de sus habitantes retratan los problemas del entorno: venta de droga, falta de civismo, ausencia de mantenimiento de espacios públicos, casas en ruinas, solares abandonados y escasez de aparcamientos

Juan Morcillo tiene un negocio de restauración de muebles.

Juan Morcillo tiene un negocio de restauración de muebles. / S. GARCÍA

Ascensión Martínez Romasanta

Ascensión Martínez Romasanta

Algunos días no entra ni un solo cliente en la zapatería Martínez Olgado, situada en la calle Virgen de la Soledad, que hace tiempo fue el pulmón comercial del Casco Antiguo junto a la calle San Juan.

Josefina Salgado empezó a trabajar en esta tienda con 16 años, con los antiguos dueños. Cuando se jubilaron, se quedó con el negocio. Con ellos estuvo 22 años y en solitario lleva 24. «46 años son los que llevo en este Casco Antiguo adorado y querido». Muy querido, pero Josefina reconoce que la situación del comercio en el centro histórico de Badajoz está muy «difícil». «La gente parece que nos ha abandonado, no quiere cuentas, es verdad que han cerrado bastantes tiendas, pero quedan algunas de interés, aun así los clientes se van al Faro o a otros sitios».

Para Josefina, como para otros comerciantes del entorno, el problema es la falta de aparcamientos y la dificultad de acceder con los vehículos. «Yo tengo muchas clientas que no vienen porque no pueden llegar con los coches». «Todo nos ha ido a peor, llevamos muchos años restando en el Casco Antiguo», se queja. 

Josefina Salguero, junto a su tienda de zapatos, abierta desde 1850.

Josefina Salguero, junto a su tienda de zapatos, abierta desde 1850. / S. GARCÍA

Josefina sabe que acaba de constituirse el Consorcio del Casco Antiguo de Badajoz, con la participación del ayuntamiento, la Junta y la diputación para procurar su recuperación patrimonial, económica, social, turística y comercial. A esta empresaria le queda un año para prejubilarse, pero «por el cariño que yo le tengo al Casco Antiguo», espera del Consorcio que «lo rehabilitara, lo activara, que se vuelvan a abrir comercios». Reconoce que «es muy difícil, yo lo entiendo, porque un negocio no se pone con cuatro euros, requiere una inversión grande y como están las cosas , con las ventas por internet ¿quién apuesta?», se pregunta.

"Nos han restringido tanto, nos han cerrado tanto, que nos han condenado al ostracismo"

 ¿Qué medidas podrían ponerse en marcha? «Eso quisiera yo saber». A Josefina se le ocurre una que no es costosa, una pequeña decisión que podría ser una gran solución: que el microbús gratuito «que muchas veces va vacío» se metiese en el centro histórico, en la plaza de la Soledad, «porque eso ayuda a que la gente entre». «Han restringido esto tanto, nos han cerrado tanto, que nos han condenado al ostracismo», se lamenta.

No es muy optimista: «Yo ya no conoceré esto rehabilitado, porque las cosas van lentas; aunque hagan lo del Consorcio, no es de hoy para mañana ni dentro de un año, ojalá, si yo supiera la solución, pero son muchos problemas y difíciles de resolver».

José María Núñez vive en la calle Concepción Arenal.

José María Núñez vive en la calle Concepción Arenal. / S. GARCÍA

En Concepción Arenal, una de las calles más degradadas, vive José María Núñez, que es profesor en la Facultad de Ciencias Económicas. Vivía en el Casco Antiguo de alquiler. Se compró su primer «pisino» en la Margen Derecha, cerca de la estación de tren. Pero le gustaba la vida del «casco» y tener terraza y encontró un piso «asequible» en una promoción en Concepción Arenal. Se mudó en 2012. «He pensado en irme muchas veces», declara. Porque desde que llegó hasta hoy «las cosas no han empeorado, pero ha habido momentos duros». Dice que «a mí la vida del Casco me gusta mucho». Pero según Núñez, el problema fundamental del centro histórico se denomina «venta de drogas». Su bloque tiene diez viviendas. Cuando llegó había un punto de venta a la derecha, que se desarticuló porque el traficante se mudó a otra ciudad. Ahora tienen otro enfrente.

Aduce que su piso está «en el límite del Bronx». Se ubica en el tramo más próximo a San Juan. «El Bronx se ha ido acotando y ha pasado de ser todo el Casco a ser unas calles del Casco». Así, señala que la vida se puede hacer con normalidad, «porque la ciudad consigue vivir al margen de las cuatro calles ocultas». Sabe que se consiguió recuperar la plaza Alta, San Andrés, la plaza Chica y algunas calles que las conectan «pero todo lo que queda en el medio sigue siendo Bronx». Según su información, hay 38 puntos de venta en el Casco Antiguo. «Mientras siga siendo así, no se va a recuperar». De ahí que crea que es muy importante que se hayan instalado cámaras de vigilancia en algunos puntos.

"El Bronx se ha ido acotando y ha pasado de ser todo el Casco Antiguo a ser unas calles del Casco"

José María espera «bastante» del Consorcio que acaba de constituirse. «Me gusta mucho la idea y confío en que pueda favorecer la vida normalizada». En su opinión, la revitalización no pasa por que se asienten instituciones «con poco movimiento», sino que generen actividad y, sobre todo, impulsar la construcción y rehabilitación de viviendas asequibles para atraer a familias «que van a dar vida». Porque, al final, «los que vamos haciendo que la droga se vaya hacia atrás somos los que tenemos una vida normalizada, ya que a la gente que vende droga le da igual quién vive al lado, pero al cliente no y nosotros hacemos que los consumidores se vayan a otro sitio». Ese es el quid, además de acabar con las casas derruidas y los solares abandonados. «Lo que va a recuperar el Casco Antiguo es que se venga a vivir gente normal».

Este vecino aclara que con el calificativo ‘normal’ se refiere a las familias capaces de convivir. A José María le recriminaron que protestase por que un domingo a las doce de la noche hubiese una fiesta «por todo lo alto con barbacoa». Su respuesta: «si esa fiesta se hiciera en un portal de Valdepasillas nadie lo entendería, no es un comportamiento cívico». «Lo que hace falta en el Casco Antiguo es imponer el civismo y acabar con las ruinas», resume.

Ara con su hijo y su perrita, en la calle San Pedro de Alcántara.

Ara con su hijo y su perrita, en la calle San Pedro de Alcántara. / S. GARCÍA

Como José María, Ara Sánchez y Juan Luis apostaron por el Casco Antiguo para vivir. Lo hicieron en 2016 y no se arrepienten. Acababan de mudarse cuando nació su hijo. Querían una casa amplia y la encontraron en la calle San Pedro de Alcántara «Yo estoy muy contenta», subraya Ara, porque considera que es «una buena zona» para vivir, también para que crezca su niño, que estudia en el colegio Santo Ángel, al que pueden ir caminando. Le gusta también que a su alrededor viven muchas familias jóvenes. Sí reconoce que existen muchas ruinas en su entorno, que han ido a peor y dan una imagen de «dejadez». Una situación de la que se queja, porque defiende que en el Casco Antiguo de Badajoz hay casas y edificios «preciosos» que tendrían que cuidarse. Un problema que según esta vecina debería tener solución si se toman medidas contra el deterioro, «porque dan muy mala imagen» no solo entre los vecinos, también entre los que visitan la ciudad, que van en aumento.

Párroco de San Agustín

Testigo directo de la vida en el Casco Antiguo es el párroco de San Agustín, Manolo Ruiz. Sus abuelos siempre vivieron en la calle Duque de San Germán y su familia, en Puerta Pilar. Del recién creado Consorcio espera «que sea un elemento dinamizador para todo el Casco Antiguo desde el punto de vista patrimonial y social».

Apunta que hay empresas e instituciones privadas que están apostando con inversiones en esta zona y reclama que «esto sea una realidad cuanto antes». Pide que haya comunicación «entre todas las partes» y que se atiendan todas las carencias , necesidades y virtudes de este entorno. «Debemos apostar por algo grande para que salga, si apostamos por mínimos, no saldrá nada».

Manolo Ruiz es optimista sobre la situación del Casco Antiguo de Badajoz: «Yo lo veo con una gran proyección, pero tiene que haber unas líneas generales de hacia dónde queremos llevarlo». Esta «vitalidad» tiene que apoyarse en el Consorcio. «Todos debemos remar en la misma dirección».

Manolo Ruiz, párroco de San Agustín.

Manolo Ruiz, párroco de San Agustín. / S. GARCÍA

Quien también apostó por el Casco Antiguo fue Juan Morcillo. Tiene un negocio de restauración de muebles antiguos en la calle Virgen de la Soledad desde hace año y medio. Procede de Castellón y se trasladó a Badajoz hace dos años. Nació en Extremadura y su familia se marchó siendo muy pequeño. Cuando sus padres se jubilaron, regresaron y viven cerca de Mérida. Juan los siguió. «Elegí la ciudad más grande para intentar montar el negocio». Se asentó en Badajoz, «que no conocía». Dice que vive bien, «porque es una ciudad tranquila y cómoda».

Este empresario se instaló en el Casco Antiguo «y veo que está muy dejado». Se queja de la falta de aparcamientos por el inconveniente que representa para su clientela. Ha trabajado en otros cascos antiguos «y no había problemas para aparcar, están siempre llenos de gente, al menos en la zona en la zona de Castellón y Valencia, son caros y la gente se mata por vivir en ellos, les encanta y me sorprende que no pase aquí».

Juan tiene ya suficiente experiencia para saber dónde está y describir la situación. «El de Badajoz es un Casco Antiguo con problemas de drogas, de aparcamiento y falta de mantenimiento», se queja. Según ha podido comprobar, «cuando hacen algo nuevo, después hay una dejadez total, hay calles que se han restaurado hace tres o cuatro años y están completamente dejadas, calles de plataforma única como la de El Silencio, donde la piedra portuguesa tiene agujeros, la arreglan y no colocan la misma piedra, la tapan con cemento», comenta sorprendido.

"A la gente le encanta vivir en otros cascos antiguos y me sorprende que aquí no pase"

No es lo único que le llama la atención. «No cuidan una estética», incide. Así, ha comprobado que los edificios no siguen unas normas: «quitan puertas de madera y ponen puertas de Leroy Merlin, es un despropósito y un deterioro total, no hay ningún tipo de control». Todo eso le llama la atención. «En Valencia, en Mallorca o en Castellón no te dejan poner una puerta o una ventana sin un control, las terrazas incluso tienen un determinado color y el mantenimiento es exagerado, si hay un agujero se arregla en el momento».

Juan vive en la calle Chapín. Sabe que la zona es muy problemática. «Llamo a la policía y no hace nada, hay coches aparcados encima de las aceras, viene alguien con un carrito y se tiene que bajar».

Recuerda una anécdota. Acababa de llegar a la ciudad. Una noche sacó a pasear a su perra por la muralla y al pasar por la calle San Atón oyó una lavadora centrifugando. Era la una de la madrugada. Cuando bajaba comprobó que la lavadora estaba en la acera, pinchada a la luz. «Así estuvo dos meses, lavando y centrifugando, ahora la han quitado y en verano hay una piscina». No lo entiende. «Se lo conté a mi familia porque me sorprendió mucho». También le llaman la atención la okupación en su zona y los puntos de droga. «Se vive bien porque no tienes problemas, pero me descoloca la dejadez, en un Casco Antiguo que se supone que es la historia de la ciudad, como si la ciudad viviese a sus espaldas». En su opinión, «si todos los políticos vivieran en el Casco Antiguo, otro gallo cantaría».